Los riesgos siguen latentes a pesar de la recuperación global
El Banco de Pagos Internacionales (BPI) es el “reloj detenido” de las instituciones económicas internacionales. Ha defendido el endurecimiento monetario y fiscal, ya sea que tenga sentido, o no.
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El Banco de Pagos Internacionales (BPI) es el “reloj detenido” de las instituciones económicas internacionales. Ha defendido el endurecimiento monetario y fiscal, ya sea que tenga sentido, o no.
Afortunadamente, los legisladores o al menos los bancos centrales que son miembros del BPI, han ignorado su aparente convicción de que el mundo necesitaba una más profunda y prolongada recesión. Y ahora, precisamente porque los bancos centrales inteligentemente ignoraron su advertencia, finalmente ha llegado una recuperación sincronizada. Entonces, ¿nos da el el último informe anual del BPI, la “hora correcta” nuevamente, como lo hizo en los años previos a la crisis?
Vale la pena recordar cuán equivocado ha estado el BPI en el pasado. En junio de 2010, cuando, como ahora sabemos, el daño posterior a la crisis estaba muy presente, el BPI ya afirmaba que “había llegado el momento de preguntar cuándo y cómo se pueden eliminar estas poderosas medidas”. Oh no, no había llegado. Había llegado el momento de actuar con mayor agresividad para acelerar la recuperación y así limitar el daño a más largo plazo de la crisis. La necesidad entonces no era eliminar el estímulo monetario y fiscal, sino fortalecerlo. La débil recuperación es, en buena parte, consecuencia de ese fracaso.
Sin embargo, ahora las cosas se ven diferentes. Tal y como ha planteado Catherine Mann, economista jefe de la OCDE, las cosas están “mejor, pero no lo suficiente”. El club de economías desarrolladas de París, en línea con la mayoría de los pronosticadores, espera un repunte moderado en el crecimiento mundial este año y el próximo. La esperanza debe ser que éste sea el comienzo de un repunte sostenido, en el cual el fortalecimiento de la inversión y el crecimiento más rápido de la productividad mantengan la inflación bajo control. Pero la esperanza es lo que sigue siendo. Entonces, ¿a qué riesgos se enfrentará la recuperación?
Riesgos latentes
Uno obvio es que el ajuste monetario será demasiado rápido, incluso en EEUU, sin hablar de la eurozona. La presión inflacionaria se mantiene notablemente moderada. Incluso el BPI, el más pesimista de todos, concuerda con que el resurgimiento de la inflación no es un gran riesgo. Esto se debe parcialmente a la globalización, que ha aumentado considerablemente las presiones competitivas.
Otro riesgo es de carácter financiero. Como describe Jaime Caruana, director general del BPI: “En una serie de economías avanzadas más pequeñas y economías de mercados emergentes, los auges financieros largos se han moderado o se han reducido. Y a nivel mundial, la deuda está en niveles récord: en 2016, el saldo de la deuda del sector no financiero en las economías del grupo de 20 países se mantuvo en alrededor del 220% del PIB, casi 40 puntos porcentuales más que en 2007”. Una característica sorprendente es el crecimiento extraordinariamente rápido del crédito y la deuda en China.
Warren Buffett ha dicho que: “Solo cuando la marea baja se descubre quién ha estado nadando desnudo”. A medida en que suben las tasas de interés, los riesgos financieros se cristalizarán. Sin embargo, existen razones de optimismo sobre este punto: el sistema financiero central de Occidente está mucho mejor regulado y capitalizado de lo que estaba en 2007; las autoridades chinas pueden estabilizar su sistema financiero, si es necesario; no se observa un auge mundialmente significativo del crédito, excepto en China; y, finalmente, a pesar de que los precios de las acciones de alto valor pudieran caer, ello no causaría por sí solo una crisis en el sistema crediticio. Si un riesgo financiero existe, probablemente sea en la deuda pública, quizás en la eurozona.
Otro peligro es la renovada debilidad de la demanda agregada. Este es uno sobre el cual, de forma bastante sorpresiva, el BPI se enfoca. Pero, mientras la inflación se mantenga moderada, el margen de maniobra en lo monetario y fiscal se mantiene. Por supuesto, esto da argumentos en contra de un ajuste monetario prematuro. Establezcamos primero un fuerte impulso hacia adelante.
El último riesgo, y quizás el más peligroso, es el colapso de la cooperación global e incluso el estallido de un conflicto. Ello destruiría la estabilidad de la economía mundial sobre la que todos –incluyendo, aunque no lo sepan, a los insensatos nacionalistas y proteccionistas– dependen. De hecho, podría destruir la estabilidad de todo el orden mundial. No hay duda de que, como resalta el BPI, “la evidencia estadística formal, la observación casual y la lógica plena indican que la globalización ha sido una fuerza importante que respalda el crecimiento mundial y niveles de vida más altos”.
Consecuencias del progreso
Sin embargo, como ha indicado correctamente Mann, este indubitable progreso ha coincidido con el aumento de la desigualdad; con una concentración de las pérdidas de empleos en los niveles de calificación mediana; y con una marcada disminución de los empleos en la industria manufacturera de las economías de altos ingresos. Eso, a su vez, ha llevado, entre otras cosas, al proteccionismo que observamos, particularmente en EEUU.
Un colapso de los órdenes políticos y económicos mundiales pudiera ocasionar un enorme daño. La suposición, aparente en los mercados, de que tales acciones estarían “llenas de sonido y furia, sin significar nada” parece notablemente despreocupada. Es perfectamente posible que no suceda nada. Pero también es posible que el frágil espíritu de una cooperación regida por las reglas simplemente desaparezca de la noche a la mañana.
En los países de altos ingresos permitimos que el sistema financiero desestabilizara nuestras economías. Luego nos negamos a utilizar estímulos fiscales y monetarios con la suficiente fuerza como para emerger rápidamente del malestar económico posterior a la crisis. Fracasamos en responder a las divergencias entre la fortuna económica de los exitosos y de los menos exitosos. Éstos fueron enormes errores. Ahora, a medida que las economías se recuperan, nos enfrentamos a nuevos retos: evitar que la economía mundial explote, mientras que se garantiza un crecimiento ampliamente compartido y sostenible.
Por desgracia, parece probable que fracasemos ante este conjunto de desafíos. El BPI habla, sensatamente, de construir resistencia. Una parte de esto consiste en asegurar que el crecimiento se vuelva menos dependiente de la deuda. Sin embargo, esa es solo una de las maneras en que necesitamos volver nuestras economías más efectivas y más políticamente legítimas. Si no logramos responder a estos desafíos estructurales, es improbable que la recuperación resulte ser sólida o duradera.
La fase post-rescate está, finalmente, muy cerca. Es tiempo de reforzar lo que era bueno y reformar lo que no era.